Huellas


 

Se iniciaba el mes de marzo, me encontraba entre el bullicio de la ciudad, todo se ponía muy agitado; de la nada un pensamiento cruzó mi mente, el solo pensar en mi tierra podía ver hermosos campos verdes, momentos perfectos para la fotografía; casi sin pensarlo acudí a la agencia de transportes más cercana y partí rumbo a mi querida tierra, Santiago de Chuco.

04 de Marzo, Jueves

Una vez en la ciudad, decidí salir a dar un paseo, y fui a dar a la piedra bruja, que a decir verdad, al sentarme en ella, trajo a mi mente unos curiosos pensamientos; ahora entiendo porque suelen frecuentarla, es porque te despeja la mente.

Al frente se encontraba el Wakapongo, con sus enigmáticas cuevas de Chiminiga, inmóviles, como queriéndome decir algo. El silencio quebraba el tiempo, solo la brisa del aire me acompañaba. Con la mirada quieta trataba de buscar algo, pero pensar en el Wakapongo, es también pensar en el Campanas. Ya anteriormente había recorrido estos dos cerros encontrando pequeñas similitudes. Pero ahora, era algo más lo que me atraía.

¿Qué de común tienen todos estos cerros que rodean Santiago?

Ciertamente cuando uno es niño, acá en mi pueblo, siempre te dicen: no salgas a ese lugar, porque encanta, y te vuelves loco; no sé si es para no alejarnos de la ciudad, o si en verdad existe una magia sobrenatural, como en todas las historias que suelen contarme; la cuestión es que por sus cuatro lados, Santiago tiene bosques y lugares que se dice que encantan.

¿Acaso el mismo Santiago estaría embrujado?, ¿Sería un hechizo mítico, perdido en algún paraje de la historia?; ¿Pero qué es este embrujo?, me vi atacado por un enjambre de preguntas.

En ciertas ocasiones, los visitantes, siempre me dicen: Santiago tiene un no sé qué, que me atrae. ¿A qué se refieren?, ¿tal vez a ese embrujo del que todos hablan, pero nadie sabe de lo que se trata? Cuando salgo a conocer alguna ruina arqueológica, suelen decirme: Lleva un diente de ajo en tu bolsillo; ¿Hay alguna relación entre estas creencias, con la vida antigua en estas tierras?

Los pensamientos afloraban en mi cabeza, como el agua en la Plampona frente a mí, y ya era tarde, así que decidí regresar, con la noche cayendo lentamente. Toda la noche estaba intranquilo, necesitaba recorrer los cerros que rodean Santiago, algo me lo susurraba. Tenía cuatro cerros sagrados por recorrer: KillaIrqa, Wakapongo, Coris-Quingray y Campanas.

05 de Marzo, Viernes

Ya con el sol en medio cielo; inicié la caminata, con mi cámara siempre en mano. Este día me lo dedicaría por completo al Campanas, como quién miraba mi tierra natal; Añacopampa, lugar donde pase los primeros años de mi vida.

En la mayoría de  veces que subíamos a Santiago, específicamente en la Cruz, un pequeño paso que queda, al pie del antes mencionado cerro, mi tío nos contaba que a las 6.00 p.m. y 12.00 a.m. el mal salía por estos caminos, y que en el cerro se encontraba el diablo, era por ello que no subían a este cerro, o no pasaban por acá a las horas antes señaladas. Mis abuelos me cuentan que antes este pequeño paso tenia forma de cueva y era muy angosto; luego fue dinamitado para abrir más el camino, se puede ver en la piedra los orificios que abrían sido usados para seguir con el proceso de corte de terreno, pero por algo pararon.

Otra cosa que siempre escuchaba era que este cerro a la media noche conversaba con el Wakapongo, decidiendo qué hacer con los viajeros que se les cruzasen a esa hora. Así pues siempre este lugar fue escenario de leyendas, mitos, narraciones, anécdotas, incluso graciosas experiencias. Ahora mi curiosidad, me llevaría a buscar algo desconocido; exploraría gran parte de este cerro.

Aún permanece en el silencio el nombre original de esta montaña, se le llama Campanas, porque a media ladera, tiene en forma natural dos campanas de piedra bien formadas. Decidí comenzar específicamente con estas, subí hasta la mitad de la cara que da al camino y ya estaba observando las misteriosas campanas; al lado de estas se halla un número pintado en la pared, es el 3, tal vez pintado por campañas electorales en alguna época. Por alguna razón me llamó la atención aquel número, y me quedé observándolo fijamente, hasta que pude ver en medio de este, algunos trazos rojizos.

Un fuerte viento pasó helándome el rostro, el silencio me embargó y poco a poco empecé a sentir escalofríos. Limpié un poco el lugar, que estaba lleno de maleza. Y pude distinguir mejor los trazos. Era un dibujo un poco grotesco, como el de algún niño. El dibujo representaba una persona con cuernos, ¿Sería acaso a lo que muchos llamaban, el diablo? Pues a mi parecer no tenía forma de diablo, porque no tenía solo dos cuernos, eran cuatro; y lo que en verdad representaban era un tipo de diadema de plumas, y no solo había un sujeto, habían otros más, en especie de algún ritual; se trataban de pinturas rupestres.

La satisfacción me invadió, y decidí seguir subiendo. Cuesta arriba, me encontré con pequeños fragmentos de cerámicos repartidos por todo el suelo; continuando pude ver los rastros de lo que pudo ser alguna vivienda antigua, de tiempos remotos, por los pequeños muros colocados; pero todo esto estaba cubierto por tierra, y gran parte de las piedras usadas para su construcción, habían sido removidas de su lugar original. En este punto se tiene una excepcional vista de Añaco, así que me quedé contemplando el hermoso horizonte; en mi mente vagaba la idea de que este cerro, habría sido usado para algún tipo de ritual.

El tiempo como siempre, había transcurrido rápido, y continué subiendo, saliendo por el cementerio, y encontrando en todo mi recorrido siempre esos pequeños fragmentos de huacos. Al lado contrario del cerro también se pueden encontrar rastros de construcciones preincas; sobre este cerro se encuentra Chaychugo, con pequeñas cuevas pe tienen apariencia de haber sido hechas por la mano del hombre, debido que es una roca débil. Se tiene información y evidencia que en los lugares, donde actualmente es el I.S.T. y coso taurino; existió un pequeño poblado de la época de ChukoWay, poblado tal vez dedicado a las faenas agrícolas y extracción de oro.

06 de Marzo, Sábado

Hoy exploraría el cerro San Cristóbal; que por cierto es el cerro más alto alrededor de Santiago, es en sus faldas en que descansa la ciudad, el nombre original de este cerro es: “KillaIrqa”, que deriva de dos palabras Proto-Quechua, lengua que se hablaba en el Santiago de Chuco pre-incaico:

  • KIYA, significa Luna
  • ORQO, significa Montaña

Combinando estos dos vocablos, se obtiene la palabra KillaIrqa, que vendría a significar montaña de la luna; posiblemente un lugar donde se rendía culto a la Luna, ya que antiguamente se le consideraba como una deidad, incluso existen relatos, que dicen, que en esta montaña, existía un templo, templo que fue destruido por los españoles a su llegada.

La mañana estaba perfecta para salir al campo, se llegó el medio día y junto a mi familia tuve un exquisito almuerzo preparado por mi querida tía, quién es como una madre para mí, pues me crié con ella en la adolescencia.

Empecé a subir el cerro por el camino que lleva a Urupamba, a sorpresa mía, el cielo empezó a nublarse y sin percatarme había salido a un costado del cerro. Pensé que iba a llover, así que decidí no subir a la cima, puesto que es bastante empinada. Sin embargo podía aprovechar para bajar al Cruz-Gai, que tiene el nombre original de Corisquingray (Ladera de oro), lugar que fue explotado por los milenarios Waychuko’s, primeros mineros del norte del país, lugar que también fue convertido en mina a la llegada de los españoles. Actualmente abandonado tiene un socavón subterráneo muy angosto donde habitan murciélagos.

Camino hacia abajo y a mi izquierda me encontré con la peña de Licaham, una peña mirador de donde se puede apreciar un escenario paisajístico impresionante, lugar donde también se puede usar el ala delta para surcar los cielos. Aproveché para tomar fotografías, mientas el frío se iba intensificando y la niebla empezaba aparecer por el lado de Santiago. Retomé mi camino y seguí descendiendo, pude observar en el suelo de nuevo pequeños fragmentos de cerámicos;  también restos de lo que antes habrían sido construcciones  de piedra.

La niebla empezó a cubrirlo todo y de nuevo sentí escalofríos, gire la cabeza lentamente y me topé con un rostro en la lejanía, era la peña de Licaham que había tomado la forma de un antiguo Waychuko, que aparecía y desaparecía con la niebla. El escenario se había tornado un poco terrorífico, puesto que me encontraba aislado por la densa niebla; un espantapájaros logró quitarme la respiración; así que para no sentirme solo, puse música en el celular a todo volumen; observé que cerca de mí en el piso había algo, era una especie de entrada subterránea cubierta con ramas, decidí no entrar; tal vez se trataba de la otra salida del socavón que comienza en la carretera que viene de Cachicadán, o tal vez no.

Continúe mi recorrido por la cima de esta ladera; observando a un lado la antigua mina, y al otro la ciudad de Santiago. Encontré lo que parece algún camino antiguo con piedras a los costados, atravesé este pequeño camino, mirando a mis costados y al final de este, otros cuantos restos de construcciones preincaicas, destruidas por el tiempo y el hombre.

Con la niebla y la noche que se avecinaba, no pude indagar más; y me quedé mirando fijamente al bosque de los amantes. Cuentan las historias que en este bosque, existe una hermosa mujer, que lleva a la perdición a los hombres. Así que decidí no arriesgar, y bajé a la carretera. Así pues acabó otro día y en mi mente ya aparecían algunos pensamientos como habría sido antes Santiago de Chuco.

10 de Marzo, Miércoles

La mañana parecía prometedora, predecía un día soleado; sentado meciéndome en la silla más pequeña contemplaba un pequeño trozo de cerámico que había traído de las ruinas de Imball; era muy delgado y tenía pintura blanca bien definida. Mi mente vagaba libre en mis pensamientos; volviendo a la realidad esperé que se llegara la hora del almuerzo y luego de un rico cuy me encontraba saliendo rumbo al Wakapongo; este era el más desafiante de todos, pues no subiría por el camino fácil.

Me había propuesto, primero pasar por las legendarias huellas del caballo del apóstol, huellas impregnadas en la piedra que tienen su origen en una leyenda popular muy conocida en todo Santiago de Chuco; así pues me encontraba pasando estas mencionadas huellas y a mi derecha una pared de roca en el Wakapongo se elevaba, perfecta para practicar el escalado.

Continuando empecé a subir por su lado más empinado, pues algo en mi interior me había impulsado a seguir esta ruta. El ascenso fue muy difícil, debido a que los arbustos que parecían  proteger el cerro; las pencas y los shulgomos impedían mi paso. Unos agricultores que me miraban desde abajo, me gritaron algo que no llegue a entender por mi lejanía, no sé, pero creo que me advertían que podía caerme. En eso algo se me cruzó, haciendo que casi pierda el equilibrio; por mi mente pasó que se trataba de un zorro. Así que continué subiendo.

Llegue a un lugar donde no podía pasar, tuve que sacrificar mi casaca para retirar los arbustos con espinas que me lo impedían, pero al fin conseguí llegar a un lugar más accesible, a más de la mitad del cerro. Desde aquí con la mirada al frente estaba el Campanas, y conforme seguía subiendo me topé con restos que construcciones antiguas. Ya en la cima eran bastantes las piedras pre-incas que se encontraban fuera de su lugar, así como los fragmentos de cerámicos muy finos. Tal vez habría existido una construcción importante. Los restos de los muros me indicaban que me encontraba parado en el centro de algo; cerca de mí todo estaba cubierto con piedras. ¿Habría algo debajo de mí? Registré todo y solo había fragmentos y más fragmentos de vasijas. Pero debido a las circunstancias no pude registrar a mayor detalle.

Era muy tarde como para investigar más. Así que decidí volver; no pude recorrer las cuevas de Chimiga, pero sabía que en una de aquellas cuevas había pinturas rupestres. Baje hasta el camino que lleva a Calipuy, y con la noche ya a mis espaldas me apresuré en cruzar el patarata. Empecé a subir a la ciudad, y en mi mente pasaba una y otra vez la historia del Carbunco. Por lo que decidí no mirar atrás, donde se escuchaba el sonido del agua en el río. Río, donde además era costumbre lavar la Migalka de los muertos.

11 de Marzo, Jueves

El día anterior había sido muy difícil, pero ahora con las energías renovadas estaba listo para subir hasta la cima del KillaIrqa. En esta montaña hay un lugar denominado la parva de la virgen; probablemente en la conquista española la adoración de la luna habría sido cambiada por la virgen, para facilitar la catequización de los indígenas.

Inicié la caminata, en mi transcurso saludaba a quién encontraba, estaba con muchas ganas y entusiasmo; rápidamente llegué a lo que llaman el agua del oro, aún no sé a qué se debe este nombre. El día estaba perfecto, pude observar como un colibrí recolectaba el néctar de un maguey en inflorescencia, le tomé un par de fotografías, luego continué cruzando un pequeño poblado, seguí el ascenso, y llegué hasta una última casa donde me senté a descansar unos instantes. Luego de recuperar el aliento y tomar unas cuantas fotografías al paisaje, al fin llegue a la cima.

La vista era espectacular; me quedé un rato contemplando el panorama de la ciudad, y al dar vuelta me topé con un amplio lugar, donde fácilmente podría haber un templo, tal vez lo que algunos me habían contado alguna vez, o lo que leí en algún lugar. El Templo de la Luna ¿Sería real?, no lo sé, pero sí pude encontrar como en Wakapongo bastantes piedras, restos de alguna construcción pre-inca y muchos fragmentos de cerámicos. En la cima un templo, un lugar de donde pudiese observarse Corisquingray, Wakapongo, Campanas; sería sensacional de ser real.

Ya con los cuatro cerros recorridos pude concluir:

  • En todos estos lugares existen rastros de cerámicos.
  • En todos estos lugares existen restos de construcciones antiguas.
  • Wakapongo y Campanas, parecen haber sido las primeras ubicaciones de hombres primitivos, por las pinturas rupestres. Tal vez los primeros que llegaron a estos lugares.
  • KillaIrqa pudo haber contado con un templo, un templo que fue completamente destruido.
  • Wakapongo pudo haber tenido un templo, un lugar de rituales importantes.

Acerca de Edward Prince Lion
Soy un hijo más de esta grandiosa tierra, tierra de grandes forjadores, tierra llena de encanto y belleza natural, con un gran pasado histórico.

2 Responses to Huellas

  1. EL SECRETO DE LAS PENAS, ALEGRIAS, GLORIAS, AÑORANZAS, ETC. DE SANTIAGO DE CHUCO, ES EL MAGNETISMO DE LA TIERRA. ESTE MAGNETISMO HACE QUE CUANDO ESTAS LEJOS, RECUERDES, LLORES Y QUIERAS REGRESAR A LA TIERRA QUE TE VIO NACER Y ES QUE HOY NADIE YA VIVE EN LA PUNTA DE LOS CERROS, COMO NUESTROS ANTEPASADOS, DE LOS CONTRARIO, AÑORARIAMOS MÁS NUESTRA TIERRA, PORQUE SU PAISAJE LO CONTEMPLAS COMO SIESTUVIERAS EN EL CIELO

  2. Yo pensaria que Santiago si esta embrujado….pero por el lado de la magia blanca, ya que estar allí, visitarlo, vivir junto a el sus tradiciones y costumbres, la maravillosa gente, sus danzas típicas, es quedar encantado por esta maravillosa tierra, escondida en un cofre de belleza natural…quede encantado al visitarla

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