
Me encontraba recostado junto a la piedra bruja, la música sonaba suavemente, y el viento jugaba libremente quebrando el silencio, el frío se puso intenso y recogiéndome contra la piedra crucé los brazos y cerré los ojos. Sumido en mis pensamientos, recordaba las tantas veces que llegué a parar a esta silenciosa roca.
De pronto sentí que algo me sobrevolaba, abrí los ojos y me levanté rápidamente mirando al cielo; no había nada…
Salí caminando despacio la pequeña cuesta, y me pareció algo extraño todo el lugar, no había casas, empecé a desesperar y avancé rápidamente. Se suponía que ya debería estar en la ciudad, pero no había absolutamente nada, el terreno había cambiado y de repente todo era muy aterrador.
Avanzaba lentamente medio aturdido hasta donde escuché unas voces, tratando de preguntar lo que pasaba avancé rápidamente, pero para sorpresa mía eran indígenas hablando en una lengua que no entendía, una lengua que no era ni el quechua ni el aymara; ellos no se habían percatado de mi presencia, era como si no existiera, era como un fantasma que acecha sin ser visto. Los seguí hasta lo que parecía ser una comunidad en el centro de una pequeña colina, todo era tan hermoso, estaba atónito sin poder expresar palabra alguna.
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